Relatos



Montevideo, 6 de agosto de 2017


VISITA AL MUSEO DE LA SHOÁ EN MONTEVIDEO

por Déborah Alexandra

INTRODUCCIÓN

Es muy difícil para mí, escribir a cerca del Museo de la Shoá, cuando tantos eruditos me han precedido. Como escritora siento la necesidad de tocar el corazón del lector profundamente y llegar hasta su memoria. Quiero hacer un aporte a los sentidos, a los sentimientos del alma, y del cuerpo con esto mismo que siento yo. Solo hace falta una cosa, ponerse en el lugar de quien fue castigado, torturado, masacrado, quemado; de quien sintió la asfixia en la cámara de gas, de quien fue enterrado vivo en las fosas comunes.
No girar la cabeza ante el horror, no cerrar los ojos y decir: “¡Esto es muy fuerte, no se puede ver!”…
Tienes que mirarlo, sentir en tu piel los latigazos, sentir que se te hunde el estómago de hambre y que eres capaz de robarle a alguien el pedacito de pan que está comiendo.          Tienes que ver como en un espejo, tus ojeras y la piel que te cuelga por la extrema delgadez y el sudor que te corre a causa del forzado trabajo y la pérdida de tus defensas. La debilidad te va consumiendo pero tú quieres vivir y luchas por una vida que al fin te la arrebatarán…
Solo así, sintiendo en nuestro cuerpo lo que ellos sintieron, tal vez lleguemos a tener alguna noción de lo que significa odiar, depredar a un ser humano, arrancarle la vida…

DESCRIPCIÓN

Entonces vi, como una boca de sangre derramándose a borbotones; así estaba ella: Era  pedregullo, tierra y arena resbalándose por la pared…
La acariciaron mis manos. Un estremecimiento levantó mi piel; una sensación de injusta muerte se apoderó de mis venas…
¡Oh! Sangre que hirió la tierra con sabor a hierbas amargas...
El inevitable interrogante; ¿¡Por qué!?...
De pronto una lista de incontables nombres como lágrimas, como gotas de lluvia azotando los cristales:
¡Miles! Tan solo miles aquí… Y… tantos miles por el mundo, ¡Millones!… con sus almas, no derrotadas… Silenciadas…
Tantas letras y testimonios mi Pueblo, el querido Pueblo que yo elegí. Me es difícil pensar que fuese el hombre… ¡Tan culpable!…
¡Mi sencillo corazón no alcanza a entenderlo! ¡Ay!... ¿A quién gritaré mi congoja?...
Oídos sordos al dolor; ¡qué espanto! ¡Maldito el hombre depredador! Insensible… Sin conciencia…
¡Oh, Pueblo querido! Mis hermanos; mi bello Pueblo masacrado, diezmado, cortado de sus raíces, derramado; su sangre aún palpita en la tierra y hasta las piedras gritan ¿¡Por qué!?...
He ahí silenciosa, una valija de madera antigua. ¿Qué carga llevó su vientre? Sagradas pérdidas su contenido…
Un rústico pantalón de jerga, a rayas… Sí, era un pantalón a rayas. Incontables mártires vistieron a rayas
Un furor fue subiendo por mis arterias, un dolor incomparable… ¡Mi Pueblo!...
Y fueron ellos, los sobrevivientes; no los medios, ni redes sociales; no internet (que no existía en aquel entonces)...
Fueron sus lágrimas a raudales, sus manuscritos, su boca, sus voces enturbiadas de espanto, sus tatuajes. Su silencio, a veces digno y ardiente… y solemne… Fueron ellos quienes hablaron del horror…
La indignación hace presa de mí; el furor, la rabia, la impotencia…  el quebranto…
¡Pueblo mío tan querido! ¡Tan perseguido desde tiempos antiguos! ¡Tan amado por Dios, tan protegido!... ¿Pero qué sucede con la humanidad? ¿Por qué tanta barbarie?
Fui de visita a un Museo. ¿Pero cuál Museo?...
El Museo de la Shoá… Me duele pronunciar su nombre…
¡Cuánto horror, cuántos martirios!... ¿Y qué podría escribir yo, cuando tanto se ha escrito?...
Que la humanidad se autodestruye, que se quiere matar el pensamiento, la ciencia, la inteligencia. El hombre contra el hombre mientras los niños mueren. Se multiplican las enfermedades…La hambruna sobre la Tierra, los desastres naturales. El cambio climático, la contaminación…
Y el hombre peleando, destruyendo al hombre; inventando armas nucleares, mientras la Tierra se agrieta y se prepara para desaparecer…
¿Pero sabes algo?
ISRAEL, MI PUEBLO, ¡JAMÁS! ¡¡SERÁ EXTERMINADO!!...



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