UN PASO LENTO EN LA HOJARASCA
* * * * *
FÁBULA
Iba arrastrando la hojarasca con su paso lento y vacilante. Parecía llevar el mundo sobre sus espaldas. De hombros caídos caminaba, con un sombrero viejo protegiendo su cabeza. Yo lo miré desde mi ventana: ¿a dónde irá?...
Se me ocurrió pensar que iría muy lejos, donde no tendría hogar tal vez, o sí, tal vez un cuartucho sucio, viejo, tan viejo como él, sin esposa, sin ruidos… O tal vez un moritorio sin amor.
Sin apuro, con su paso lento, cada vez más lento, cansado arrastraba la hojarasca. No llevaba nada en las manos y se lo notaba fatigoso, vencido, con pocas ganas de vivir…
Salí a la calle, lo seguí de lejos, una cuadra tras otra lentamente. Se acercó a una vieja casa y se sentó en el escalón al umbral de la puerta. Apoyó sus codos en las rodillas sosteniendo su mentón entre los puños.
Me escondí detrás de un árbol y desde allí lo observaba. Pude ver su rostro lleno de arrugas, sus ojos gachos, soñolientos. De vez en cuando levantaba su sombrero y se rascaba la cabeza. -¿Qué espera? - pensé.
Decidí no moverme de allí, seguirlo observando. Pero pasó mucho tiempo, mis piernas se cansaron. Salí de detrás del árbol, lentamente me acerqué hacia él. Había hecho un puente con sus brazos en sus rodillas y su cabeza descansaba en ellos. El hombre notó mi presencia. Levantó la cabeza y me miró fijamente. Le dije:
-Hola, ¿necesita algo?
-¿Por qué habría de necesitarlo? - me respondió.
Quedé cortada ante su respuesta, no supe que decir, pero vi en su rostro las marcadas huellas del sufrimiento. Por largos instantes me sostuvo la mirada. Había en aquellos ojos mustios un destello de ingenuidad, de pureza de alma.
-Yoooo… vivía en esta casa– dijo. Hizo una larga pausa, acomodó su sombrero, se enderezó y continuó diciendo:
-¿Qué hace aquí? ¿Usted es la nueva propietaria?
-¡Oh no!... -le respondí- No sé qué hago aquí. Solo lo vi… lo vi llegar lentamente y sentarse allí… bueno, pensé que necesitaba algo, que habría perdido las llaves, algo así. Esas cosas pasan…
-¿Usted es vecina? ¿Vive por esta cuadra?
-Bueno sí… no… -le respondí vacilante- perdón, si no necesita nada me retiro…
El también respondió vacilante:
-Sí, está bien, gracias… ¡No… espere! La gente se cree que porque uno es viejo, es descartable… Me… me pusieron en un “guarda viejos” y vendieron mi casa. Esta casa era mía. Bueno yo… ahora yo me escapé del “guarda viejos” y me vine a morir aquí… Tengo el coronavirus, sabe… pero no me morí todavía, ja ja. Parecería que ni la guadaña me quiere… -dijo sonriendo.
Traté de que no se me escapara una exclamación. No por el coronavirus, no le tengo miedo. Tampoco me había acercado tanto a aquel hombre, pero me impresionaron sus palabras. Le pregunté:
-¿Quién le vendió su casa, quién lo internó? ¿Usted ya estaba enfermo?
-No señora, solo estaba viejo… y solo… ¿Qué quien me internó y vendió mi casa?... Mi hija, mi propia hija, lo hizo y se fue. Nunca más la vi… En el “guarda viejos” se enfermaron todos, algunos se murieron… ¡Claro! Como veinte viejos en una casa, de a tres y cuatro en los dormitorios… Yooo, yo me escapé de esa casa para morir aquí… ¡Por favor no me denuncie, déjeme que me muera aquí! Sí, mi señora, aquí mismo, a las puertas de esta casa que hicieron mis manos. En esta casa donde vivimos mi esposa y yo, donde se crió mi hija, esa misma hija que me abandonó…
Se hizo un prolongado silencio. Él inclinó la cabeza y se enjugó una lágrima; yo pensé: “De última, si yo me contagio, sé lo que tengo que hacer y por qué.Pero este hombre perdió la esperanza… No tiene un por qué”…
Me rechinaron sus palabras: “¡Por favor no me denuncie, déjeme que me muera aquí! Sí, mi señora… aquí mismo, a las puertas de esta casa que hicieron mis manos. En esta casa donde vivimos mi esposa y yo, donde se crio mi hija, esa misma hija que me abandonó…”
¿Cómo haces ante un pedido de esa magnitud? Seguramente en poco tiempo lo encontrarían para volver a depositarlo en ese… ¿cómo le llaman...? ¿”Hogar”? O tal vez, lo pondrían en algún refugio…
¿Como hacer para salvar a un ser humano y al mismo tiempo ayudarlo a cumplir su meta?
Así está hecho el mundo, lleno de hijos que abandonan a sus padres, lleno de frialdad en el corazón de los hombres. Antes los viejos éramos dignos de respeto, era sagrado visitar a los abuelos, escuchar sus consejos llenos de sabiduría. Hoy, los viejos estorban, son molestos y lo nuevo en el mundo es no complicarse.
Confiamos a nuestros ancianos a manos mercenarias y en esos lugares no son más que un número, una cama, un producto para ganar dinero que se trata sin dignidad.
¿Qué harías tú en un caso similar?
Yo ayudé a ese hombre a realizar su sueño. ¿Que cómo hice?... Lo llevé conmigo y lo escondí en el garaje de mi casa. Allí le di de comer, lo atendí hasta que el coronavirus lo consumió.
Nadie lo buscó, nadie preguntó por él. Cuando estuvo grave, lo dejé escapar. Llegó a su excasa y se desmoronó en el umbral… Fin.
Déborah Alexandra.
Montevideo abril 26 de 2020.
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FÁBULA
EL RATÓN QUIERE
DARLE UNA LECCIÓN AL GATO
Érase un ratón ingenuo aunque muy inteligente. El gato
se lo quería comer pero no le era fácil, pues el ratón, siempre se le
escabullía. Entonces el gato pensó: “Voy a hacerme su amigo y cuando se descuide…
le daré un zarpazo ¡Y será mío!”…
Así pues se hicieron amigos, ratón y gato andaban
juntos, pero cuando el ratón se descuidó, ¡Chácate! el gato le cayó encima y
comenzó a morderle. El ratón desesperado, medio acogotado le dijo:
-¡Espera, espera, amigo, no me mates a mí!... Déjame
libre y yo te llevaré a mi madriguera. Allí hay muchos ratones, está mi
familia, te la puedes comer entera. El gato aflojó las garras, se lamió los
bigotes y pensó: “¡Mmm… está bien, ¡Vamos!- le dijo y lo dejó partir”.
El ratón medio maltrecho se fue casi arrastrando. El
felino lo siguió con paso firme y seguro, haciéndose idea ya, del confite con
que se iba a regalar. El pequeño roedor entró por un agujero que había en la
tierra, pero el gato era muy grande, no podía entrar por allí y se acostó sobre
sus cuatro patas -muy cerca- , en posición de caza.
“Aquí esperaré –pensó- ¡Hm! Cuando salgan por ese
agujero, hm… ¡Me los comeré a todos!”…
Pero el astuto ratón, avisó a toda su familia que
afuera había un gato. Cavaron la tierra, hicieron un túnel y salieron muy lejos
por otro lado. Don gato, se quedó esperando con los bigotes largos y
¡rechinándole la panza!... jaja… Esa es la famosa historia del ratón que le dio
una lección al gato.
Montevideo, enero 13 de 2013.
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¿QUIÉN ERA EL HOMBRE DE
LOS OJOS AZULES?
Año 1970,
11.00 de la noche.
Ariadna
-estudiante de la Escuela de ópera- salió del Teatro Solís y bajó a la terminal
de ómnibus que se encontraba en lo que es ahora, la Plaza España. Allí encontró
su ómnibus estacionado, aún vacío. Tenía las luces apagadas pero las puertas,
ya estaban abiertas y Ariadna se embarcó en él.
No lo olvido
más -nos dijo. Entonces se sentó en el primer asiento cerca de la puerta. Después
de ella subió otra persona que se sentó adelante también pero frente a ella, en
la otra hilera.
Era un hombre
de cabello muy blanco, platinado cuyos reflejos centelleaban en la penumbra del
coche. Su vestimenta era toda blanca: traje de chaqueta,
pantalón y también los zapatos blancos. Ariadna lo miró con extrañeza, no era
usual vestirse de blanco en aquella época del año. Pero además se preocupó, el
hombre respiraba fuerte, como si le faltara el aire…
Él, se estiró
y abrió su ventana, respiró profundo, miró para todos lados y se detuvo en ella:
-Em… Disculpe
señorita: ¿Qué número es este ómnibus?...
-Es el 427
-le respondió.
-Ah, muchas
gracias…
--De nada,
señor…
A poco
subieron el chofer y el guarda y pusieron el ómnibus en movimiento. Cuando
encendieron las luces, la muchacha quedó impactada ante los enormes ojos de
aquel extraño:
-¡Azul francia
eran aquellos ojos! Tan enormes…redondos, penetrantes...¡No lo olvido más -nos
dijo- jamás he vuelto a ver ojos así!…
El hombre le
sonrió desde su asiento; le preguntó:
-¿Disculpe,
este ómnibus va por 18 de Julio?
–No,
-respondió Ariadna- cruza Dieciocho por Río Negro.
-¡Ah! Bueno,
igual me sirve –dijo.
Al instante,
la miró intensamente y le dijo:
-Em… Señorita,
disculpe, le voy a hacer una pregunta.
-¿Síii?...
-¿Usted cree
en la Parapsicología?
-¿Qué?...
-La Parapsicología...
-Ah! síii, he
oído hablar de eso- le respondió con asombro- bueno… creo que sí, existe… creo…
El hombre le continuó
hablando con parsimonia…-Porque verá usted… yo, yo soy médium; ¿sabe?…
Ariadna pensó
para sus adentros:
-“Médium… Hm,
sí; médium loco, jmjm”…
-No piense
así -el hombre le dijo- no estoy loco…
La muchacha se
sorprendió y sintió miedo, el hombre le estaba leyendo los pensamientos…Miró
para todos lados, intentó levantarse para bajar en la próxima parada y salir
corriendo; no quería seguir esa conversación, pero algo extraño la detuvo. Él
continuó diciéndole:
-No, no se
asuste, no tenga miedo, yo conozco toda su vida.
Su carrera,
su esposo, sus dos hijos, sus padres, sus tíos…-El extraño sabía de toda su
familia.
-¿¡Quién es
usted? ¿De dónde me conoce!?...
-Yo miro el
iris de sus ojos, allí veo su destino…Veo su presente, su pasado y su futuro.
Veo ese futuro que usted no podrá impedir, pero la felicito, usted triunfará.
Se abrirá sola camino y sola educará a sus hijos. No podrá luchar contra lo
inexorable. Las alas de la muerte circundan en torno a su casa y perderá a dos
seres que usted ama. Su esposo se irá con otra mujer, pero usted se levantará
como el ave fénix , sacará adelante a sus hijos con felicidad y como cantante
triunfará en su madurez en escenarios lejanos…
Ariadna se
enfureció; quiso gritar, pero el grito se le ahogó en la garganta. Pensó:
-¡¡¡Loco de mmiiierda!!!...
Pero el
ómnibus ya iba llegando al cruce de 18 de Julio. Aquel ser extraño, se levantó,
arrolló el boleto, lo frotó en sus manos
y mirándola intensamente le dijo:
-Este loco de
mmiiierda… pone en sus manos un pequeño y efímero recuerdo…
Ariadna enrojecida abrió la boca:
-¡Hhhhhhhh!...
-Él le
entregó el boleto: -Dígale a su mamá que le juegue a la quiniela tres veces
seguidas; que no le ponga mucho dinero…
Fue hasta la
puerta y bajó en la parada, pero Ariadna, nunca lo vio descender del ómnibus.
Era tarde, no había nadie en la calle, solo él bajó en esa parada; pero nunca
bajó…
Ariadna miró
para todos lados por la ventanilla y entonces le preguntó al guarda:
-¿Usted lo
vio?...
-¿A quién?
–El guarda repreguntó:
–Al hombre
que bajó en esta parada…
-No bajó
nadie en esta parada le replicó.
El impacto
fue mayor para la muchacha:
-¿Pero usted
no vio al hombre de blanco?- Insistió.
–Sí, claro,
-le respondió- yo mismo le vendí el boleto… ¡Pero acá no bajó!... ¿Y dónde bajó?
-murmuró- ¿tú lo viste? -Le preguntó al
chofer…
-¿A quién?...
-Al tipo ese
raro, de blanco…
-No, no lo
vi, por esta puerta no bajó…
-No, ni por
la otra, yo no lo vi bajar– concluyó el guarda…
El resto del
viaje, nadie mencionó más el asunto. Ariadna no podía apartar de su mente, la
imagen de aquel hombre tan blanco de pelo blanco, y de tan enormes ojos azules.
Así pues quedó como bloqueada, presa de un agotamiento general, no lograba
salir de semejante impresión.
Llegó a su
casa, apenas reparó en su familia. Le entregó el boleto a su madre, le dijo:
¡No lo pierdas; juégalo tres veces! Y
como una autómata se retiró a sus habitaciones.
Al día
siguiente, la madre jugó a la quiniela con ese número y salió favorecido.
Después jugó dos veces más, ganó y aquel boleto desapareció como por arte de
magia. El número se les borró de la mente, madre e hija, nunca más pudieron
recordarlo…
Ariadna nos
comentó que las predicciones de aquel hombre se le cumplieron, todas ellas,
una, por una…
¿Quién era el
hombre de los ojos azules?...FIN
Déborah
Alexandra.
¡Me encantó la fábula! Un beso.Mirta
ResponderEliminarFelicitaciones! Un logro más. Tu blog es muy bueno, engancha y realmente llega al corazón, me emocioné muchísimo. Tamara
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